El
destacado pintor maulino Daniel García-Trampe responde a un llamado primario y sumerge
el pincel en la copa, nutriéndolo de los aromas, pigmentos y memorias que
después usará, para plasmar en el lienzo, aquellos seductores rumores escondidos
en una botella de vino. Expandiendo los límites del material rompe su propia
convencionalidad, cuando las diversas cepas pasan a ser la paleta con la que configurará
las distintas realidades impregnadas en sus pinturas.